Sintoniza estas estaciones / Consulta los horarios de Radio Escopeta.

Recomendamos utilizar el reproductor AIMP para sintonizar mejor las emisoras.

enero 27, 2007

A Golpes de Tele y Tolete, Calderón ¿avanza?




Todos ven que Felipe Calderón no tiene la menor idea de la gobernación y para aprender eligió el peor maestro: un probado y comprobado represor, quien le da lecciones de gobernabilidad a punta de fregadazos contra quienes se supone que debe servir.

Y el estilo permea: se comportan como señoritos feudales y no como servidores públicos. Lo mismo en los encubrimientos de bribones que hace el señorito Germán Martínez Cázares —paradigma de la integridad y la decencia, igual que Diego Fernánez de Cevallos—, como en los alardes de poder de los efebos encumbrados (Camilo Mouriño y Max Cortázar), o el oscurantismo renovado del inexperto y retrógrada secretario de Salud, tan desconocedor de las responsabilidades que tiene encomendadas como su mismo jefe.

Tal vez consciente de su ilegitimidad, lograda a codazos y manotazos, Felipe Calderón se esconde tras filas y filas de militares, cuya disciplina les impone apechugar con lo que sea que se les ordene, no para poner orden en el desorden que causó la dejadez del antecesor, sino para evitar que le gente lo tumbe.

“Lo que quieran conmigo, con mis guardias”, parece el mensaje reiterado y medroso del nuevo Cesarito mexicano, habilitado como presidente de un país al que ni entiende ni le interesa entender, igual que el extranjero bigotón y botudo que defraudó la esperanza que se le había dado en el 2000 y arruinó más a una nación ya arruinada por malos gobiernos anteriores.

Calderón no es un funcionario acosado, sino disminuido por tanto compromiso que adquirió para llegar a sentirse importante. Según confesiones hechas, a él le interesaba mandar y ser obedecido, como sultán oriental. Pero no sabe qué mandar ni para qué ser obedecido. En síntesis, no sabe.

Como dice una conseja militar, “para saber mandar, hay que aprender a obedecer”, y Calderón no sólo no aprendió a obedecer, sino que se ufanó de ello y convirtió su ignorancia en divisa de campaña. “El hijo desobediente...” se ufanaba, y hoy no sabe cómo mandar pues no aprendió a obedecer, ni a entender las señales que por todos lados surgen y lo persiguen.

En escape de sus propios fantasmas, Calderón se entrega en brazos de sus asesores de imagen, que a base de spots televisivos y radiales insisten en hacer de México un ideal gubernamental cada vez más lejano de la realidad diaria. A mañana, tarde y noche, meten a funcionarios panistas a explicar los afanes del gobierno para "proteger la economía popular" y evitar el alza de las tortillas, cuando ya subieron y no hay gobierno que ponga orden en la especulación. Da pena el procurador federal del Consumidor (un oscuro panista que fue lector de minutas en la Cámara de Diputados) haciéndole propaganda a las tiendas de autoservicio y repitiendo como perico lo que le dijeron que dijera, a contrapelo de la realidad que se vive al ir por un kilo de tortilla.

Casi al mismo tiempo y plagiando el programa de quien gobernó —y bien, a pesar de todo el hostigamiento que recibió por todos lados— una de las ciudades más grandes y conflictivas del mundo, Calderón presenta como propia una iniciativa para supuestamente controlar la autoasignación de sueldos a funcionarios gubernamentales, pero que de entrada revela su desviación para eludir las limitaciones, mediante un “comité técnico” que, por los antecedentes conocidos, sólo servirá para una barnizada legaloide a cuanta ilegalidad se cometa. Al cabo que para eso hay instancias que garantizan la impunidad.

En vez de reconocer sus limitaciones personales y funcionales, Felipe Calderón se abandona a la propaganda, a ver si eso salva sus espejismos. En vez de gobernar y atender los problemas para tratar de justificarse ante la ciudadanía, deja que los mismos ineptos que tuvo Fox sin atinarle a nada, decidan “lo más conveniente” de su responsabilidad. En vez de tomar un paso sensato, sigue —como Fox— andando de torpeza en torpeza. En vez de ponerse a ordenar un poco el cochinero que dejó su antecesor y toda su parentela, extiende un manto más grande de impunidad, que no impide ver las colas de todos los fraudes cometidos por el gobierno “del cambio”.

Fox tuvo una legitimidad que desperdició, pero Calderón ni siquiera tiene ese recurso. Sólo dispone de la tele, que sigue vendiendo la fantasiosa irrealidad de un gobierno que no sabe más que esconderse tras los uniformes verde oliva o blanco, para lograr unas bocanas de aire ante la asfixia de la realidad.

Lamentable, pero cierto.

No hay comentarios.: