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enero 02, 2007

La pesadilla azul (Testimonio)


Primero que todo quiero felicitar a las personas de Oaxacalibre.Net por el enorme trabajo de investigacion que hacen ya que sin ellos este tipo de testimonios no serian posibles, desde El Barzón mandamos un abrazo fraternal a todos y cada uno de los colaboradores de Oaxacalibre.Net.

escrito por LibreOaxaca
martes, 02 de enero de 2007
“Tomen su dos de noviembre” fue lo primero que escuchó Juan de Dios cuando fue golpeado brutalmente, durante su detención por elementos de la Policía Federal Preventiva en el atrio de Santo Domingo, aquel 25 de noviembre.

Juan de dios Gómez Ramírez, de la Agencia Internacional de Prensa Indígena, “estaba realizando fotografías de los sucesos que estaban ocurriendo, junto a un grupo de corresponsales, principalmente europeos, en el crucero de Alcalá y Labastida, cuando nos avisaron que se quemaban las ventanas del hotel Camino Real (a una cuadra de ahí).

Juan de Dios narra que se dirigía hacia el hotel cuando se vieron envueltos en una densa nube de gas lacrimógeno que les impidió llegar. Apenas logró reponerse cuando notó que los granaderos avanzaban ya sobre 5 de Mayo. Se dirigió entonces hacia el atrio de Santo Domingo, en donde la gente comenzaba a amontonarse, arrinconadas por las fuerzas represivas, y donde recibieron aún más granadas de gas que caían a sus pies.

Ahí, en el atrio, Juan de Dios, perdió el sentido por la intoxicación.

“Cuando recuperé el conocimiento sentí los golpes en la espalda; les dije que era periodista, me arrastraron hacia el parque, registraron mi mochila, me tomaron del pelo y me incorporaron mientras seguían golpeando, nos despojaron de todas nuestras cosas y nos condujeron al zócalo”. Ahí siguieron golpeando y amenazando; les quitaron los zapatos y comenzaron a pisarle los dedos de los pies. Los golpes no pararon ni al abordar el camión en donde los amontonaron unos encima de otros (“algunos iban sangrando”), ni en el trayecto, ni cuando finalmente los metieron en celdas.

Piernas, pies, rodillas, costillas, brazos, hombros.

Ni él ni los otros detenidos sabían dónde estaban. Tampoco sabían a dónde iban cuando los trasladaron en un avión de la PFP. Los federales tenían su particular modo de informar a los detenidos: “los vamos a arrojar al mar”, les decían.

Entre gritos y amenazas (todos los policías gritaban, cuenta Juan de Dios), llegaron al Rincón, en Nayarit. Los desnudaron y los revisaron, para luego introducir a tres personas en cada celda de 2 por tres metros. Y de ahí, “sobrevivir al tedio”. Sólo salían de la celda para que les aplicaran tests (de todo tipo, sicométricos, sexuales, antecedentes). El resto era pasar lista y someterse a más revisiones, bajo constantes amenazas de sanciones (suspender visitas o incomunicarlos).

Aunque, en realidad, las sanciones eran un hecho. “La trabajadora social nos pidió un teléfono y una dirección para comunicarse con mi familia, pero esa llamada (lo averiguó después) nunca llegó a mi casa”. Transcurrió una semana antes de poder comunicarse con gente de la Liga Mexicana en Defensa de los Derechos Humanos (LIMEDDH). “Apenas empezábamos a llenar el cuestionario cuando el comandante dijo que se había acabado el tiempo”.

Días después se entrevistó con representantes de la Comisión Nacional de derechos Humanos. “Se concretaron a revisarnos los golpes que traíamos en el cuerpo, tomaron fotografías, las midieron (las contusiones), llevaban una reglita con la que iban midiendo los golpes”. También los de la CNDH le pidieron un número y se comprometieron a comunicarse con su familia. Nunca lo hicieron. Fue la madre de su compañero de celda quien finalmente estableció el contacto.

Juan de Dios titularía su testimonio como “la pesadilla azul”. “La celda es de esa losa prefabricada con hoyos, pero la reja está pintada de azul, hay una mesita de metal del mismo color, un librero del mismo color, y tres paredes donde está la regadera, que también son azules; durante esos días no vimos el sol, sólo teníamos una ventana del otro lado del pasillo donde podíamos ver un pedacito del cielo y unos muros; nomás nos conformábamos con ver algunas nubes que pasaban y, bueno, todo era azul cielo, como el color del régimen”.

Lo soltaron junto con la segunda ronda de 9 “preliberados”, tras una escala en el penal femenil de Tlacolula, luego de dos semanas de encierro, sin explicaciones, sin proceso. Dos semanas de “pesadilla azul”.

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