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noviembre 03, 2006

¿Cuantos muertitos vale el 1 de Diciembre FeCal?

Para el titular del Ejecutivo tamaulipeco, Eugenio Hernández Flores, ceder a las presiones de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca que insiste en demandar la renuncia de Ulises Ruiz Ortiz como gobernador, sentaría un mal precedente para un alcalde, un gobernador o “inclusive para un presidente de la República” (La Jornada, 2-XI-06, p. 18).

La tesis es de uso ordinario entre columnistas y analistas, pero adquiere otra dimensión política al plantearlo con todas sus letras un gobernador de origen priísta, aliado de Elba Esther Gordillo Morales y, por ese costosísimo conducto, de Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa, en la decisiva operación de trasladar votos útiles del priísmo a la candidatura presidencial del michoacano.

Recuérdese la tan ilícita como irrebatible grabación dada a conocer por Jesús Ortega Martínez, en pleno Zócalo capitalino, sobre la conversación telefónica que sostuvieron Hernández Flores y la enriquecida cacique magisterial, en plena jornada electoral del 2 de julio, y otra donde Pedro Cerisola y Weber le ofreció al gobernador de los tamaulipecos apoyos con recursos públicos federales a cambio del voto a favor de Calderón.

Se trata, entonces, de un declarante fuera de toda sospecha ideológica o política, ajeno a todo vínculo con Andrés Manuel López Obrador, la Convención Nacional Democrática, el Frente Amplio Progresista y no se diga respecto a la rebelión popular oaxaqueña que sigue pagando, gracias a los eficientes servicios de la Policía Federal Preventiva, un alto costo en vidas humanas, presos de conciencia, torturados y desaparecidos para que renuncie el mapache electoral más eficaz y afamado del país, ahora extraordinario promotor de consensos institucionales y sobre todo ciudadanos en Oaxaca, el país e incluso allende nuestras fronteras, pero en su contra.

Y todo para que el máximo propósito sexenal del grupo gobernante y de Calderón Hinojosa, de los 39 dueños de México en primer término, se cumplimente al costo que sea necesario pagar por la nación. Aquél lo dijo con franqueza empatada con el cinismo: “Asumiré el día primero de diciembre, de eso tengan la seguridad. ¡Podría ser un día muy divertido!, pero estaré ahí”.

Cuando los costos humanos, políticos, institucionales y de imagen en el exterior que paga la nación se reducen a la fórmula de la diversión, ratificada por la grotesca pasarela de los foros Proyecto México 2030 y por la autodenominada pareja presidencial que se dedica a platicarnos sus frivolidades con notas periodísticas rosas, mientras en Oaxaca se reproduce diariamente la predominante nota roja, coloca en un primer plano el divorcio profundo y harto peligroso entre el grupo gobernante, los que se disponen a sustituirlo para refrendar el camino andado desde el primer viernes de diciembre de 2000, con la cruda y compleja realidad nacional.

Resulta, por ello, extraordinariamente oportuna la pregunta en pleno puente por el Día de los Muertos: ¿Cuántos vidas, heridos, encarcelados, torturados y domicilios particulares saqueados por el Ejército vestido de gris, vale el quórum del 1 de diciembre?

Sólo en esa emblemática fecha para el poder político, económico, financiero, mediático, religioso, castrense, del narcotráfico y criminal es posible encontrar explicaciones medianamente coherentes y razonables a la cerrazón gubernamental, del priísmo y del panismo frente a un reclamo popular que con algunas formas de manifestarse y de presionar acaso criticables, difícilmente es dable regatear su raíz socioeconómica y su naturaleza legítima, constitucional.

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