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noviembre 13, 2006

Perverto Rivera siempre protegió al pederasta Nicolás Aguilar Rivera

Resguardado por un centenar de policías, el cardenal Norberto Rivera Carrera ofició misa en la Catedral. ''No tengo miedo, porque no he hecho nada'', expresó. (claro que el no hizo absolutamente Nada para defender a las victimas del cura Pederasta)



"Ustedes olvidarán pronto lo que les hizo el padre Nicolás Aguilar Rivera. Al rato, ya ni se acordarán. Deben saber perdonarlo. El padre es un hombre enfermo". Con esta frase el cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de la ciudad de México, intentó convencer a las víctimas del cura pederasta para que guardaran el secreto y no acudieran a las autoridades a denunciarlo, luego de que el presbítero violó a más de 60 niños de la Sierra Negra de Puebla.

"Por supuesto nunca olvidé lo que me hizo", dice en entrevista Sergio Sánchez Merino, quien fue víctima de abuso sexual por Nicolás Aguilar cuando tenía 12 años. En noviembre de 1997 se entrevistó con el cardenal Rivera para denunciar la conducta criminal del presbítero, pero el purpurado decidió "proteger a su subordinado, en lugar de a los niños", afirma.

Sergio vive ahora en Cary, Carolina del Norte. Hasta allí se fue huyendo del escarnio de la feligresía. Católicos fundamentalistas se encargaron de arremeter contra los únicos cuatro niños ­de los 60 que sufrieron abuso­ que se atrevieron a denunciar al sacerdote ante los juzgados poblanos entre 1997 y 1998.

La intervención de Rivera Carrera fue decisiva para dejar impunes los crímenes de Aguilar Rivera, quien aún ostenta su ministerio sacerdotal y vive tranquilamente entre Puebla y Morelos. En 1997 el purpurado ya había dejado el cargo de obispo de Tehuacán, Puebla. Dirigía la oficina de manera interina el padre Teodoro Lima. Aunque el cardenal fue nombrado arzobispo primado de México el 13 de junio de 1995, mantenía contacto regular con la diócesis. Tanto, que las víctimas al ir a denunciar al cura afirman haber tratado con el cardenal Rivera, quien personalmente recibió a los afectados.

Antes de ir a la "casa del obispo", donde se hallaba el purpurado, cuatro de los niños decidieron acudir primero a la policía para denunciar al sacerdote: "Luego las mamás y los niños fuimos a la casa del obispo Rivera. El ordenó que no dejaran entrar a las mamás, que sólo pasáramos los niños por separado. Nos fue atendiendo uno por uno. Recuerdo que me pidió que le contara todo. Luego me dijo: 'A ustedes pronto se les olvidará lo que el padre Nicolás les hizo. La Iglesia les dará asesoría sicológica y con el tiempo ya no se acordarán'".




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