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diciembre 13, 2006

Y ... ¿que nos espera en cuanto a politica laboral?


Las cosas van de mal en peor

Agustin Castrens Secretario de Hacienda como buen subordinado del “presidente espurio” del empleo, va al grano en cuanto política laboral: es necesario "incrementar las opciones de contratación laboral" para lograr una mayor creación de empleos en el sector formal. En la SHCP así se le llama a la reforma laboral, es decir, a la introducción de un régimen de contratación y despido a mínimo costo. Eso es, hay que eliminar el costo de cada despido: esto es, adiós a la indemnización y al colchón para el gasto familiar mientras se trata de conseguir otro empleo. Así sí se va a combatir la pobreza en el régimen de Calderón-Carstens.

Siempre que uno escucha hablar de la reforma laboral, la pregunta surge: ¿qué no se está aplicando ya de facto en México? Veamos las cifras del INEGI. En 2006, último año del gobierno foxista, el PIB habrá tenido una tasa de crecimiento de 4.5 por ciento, la más alta del sexenio. Este crecimiento permitió generar 743 mil 403 empleos (tomando como indicador el número de afiliados al IMSS), el número más alto del sexenio, pero de todos modos insuficiente para cubrir la demanda del millón 200 mil nuevos empleos cada año.

Lo más grave es que de esa cantidad, 62 por ciento se compone de empleos temporales. Esa fue la tendencia a lo largo de todo el último sexenio: en promedio anual se crearon 177 mil 214 nuevos empleos (siempre tomando como indicador los afiliados al IMSS), y de ese promedio anual 68 por ciento fueron empleos temporales y 32 por ciento permanentes.

Ahora Carstens solicita reducir los costos de despido y aumentar las "opciones de contratación". Pero las estadísticas oficiales revelan que la flexibilización del mercado laboral ya está vigente en México. Lo que ahora se pide es eliminar los últimos obstáculos para poder despedir alegremente a ese 32 por ciento de trabajadores "permanentes".

El llamado mercado laboral no es más que una ficción de la teoría macroeconómica neoliberal. Pero para Carstens es también la fuente de un pesado dolor de cabeza. Para su deficiente análisis, aumentar la rentabilidad pasa por reducir el costo del despido. Con eso van a aumentar las inversiones. Poco le importa a este caballero que la política monetaria y la política fiscal mantengan una postura recesiva. Que el crédito no fluya y que el costo de la intermediación financiera sea demasiado alto. No, eso no tiene nada que ver con el mal desempeño de la inversión. Son los trabajadores que cobran por ser despedidos, ¡qué desfachatez!

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